La periimplantitis es la principal causa de pérdida de un implante. Se trata de un proceso inflamatorio que afecta a los tejidos que rodean al implante dental y que, al mismo tiempo, ocasiona una pérdida ósea en el área del implante.
Podemos hablar de dos tipos de periimplantitis:
El odontólogo determinará cuál de estos dos tipos padece el paciente, y para esto se regirá por unos criterios clínicos, como son: movilidad del implante, pérdida ósea en el hueso de soporte, sangrado o profundidad al sondaje, dolor a la percusión, y enrojecimiento de la mucosa que rodea al implante.
Aquellos pacientes fumadores, con higiene oral deficiente, o con una mala calidad ósea son más propensos a presentar periimplantitis. No hay que olvidar que la higiene oral es primordial para mantener una buena salud bucondental, ya seas portador de implantes o no.
Sin embargo, las causas que preceden a una periimplantitis son principalmente dos: la sobrecarga oclusal, y la presencia de bacterias alojadas en la superficie del implante.
Hoy en día existen numerosas alternativas a la extracción del implante (explantación), que pueden ayudarnos a mantener el implante en boca por mucho más tiempo.
Lo más importante, como ya hemos mencionado antes, es la higiene oral. Pero también debemos realizar visitas de control para que el odontólogo realice un seguimiento del estado del implante, y de los tejidos blandos que lo rodean.
Si por el contrario, el odontólogo diagnostica mucositis periimplantaria, o periimplantitis, habrá que llevar a cabo un tratamiento más o menos invasivo, dependiendo del grado de inflamación de los tejidos blandos y/o de la pérdida ósea.
El tratamiento a llevar a cabo se fundamenta, sobretodo, en la eliminación de bacterias y toxinas que rodean la superficie del implante.
De esta manera, existen dos tipos de tratamientos que se deben combinar entre sí para combatir la periimplantitis: por una parte, el tratamiento basado en métodos químicos, como puede ser la administración de clorhexidina o tetraciclina, así como el uso de antibióticos como, por ejemplo, la amoxicilina; y por otra parte, el tratamiento mecánico realizado por el especialista.
Este último consiste en la eliminación de la placa bacteriana que rodea al implante, mediante curetajes.
Cuando la periimplantitis ha provocado la destrucción de parte del hueso que rodea al implante, el tratamiento a llevar a cabo sería el de la regeneración ósea.
Se trata de una cirugía destinada a rellenar los defectos óseos, a través del injerto de hueso (ya sea autólogo, xenoinjerto, o aloinjerto), y fijar ese injerto mediante membranas reabsorbibles.
Estudios recientes demuestran que ambas técnicas, ya sean con membrana o no, dan excelentes resultados y una esperanza de vida al mayor, y sin la necesidad de su explantación.